Vamos a caminar un rato más que todavía el sol no nos alcanza y podemos seguir imaginando fotografías juntos y modificarlas en nuestros pensamientos más cercanos. Ojalá los modernos edificios no reflejen tanto y tapen un poco más la realidad para que nuestras pupilas se puedan seguir divirtiendo hasta que nuestra piel diga basta.
Me gusta pasarla bien.
Pero cuando el sol amenace con quemarnos las neuronas nos refugiaremos en el centro donde probablemente terminaremos tomando un helado de café y quién sabe si despidiéndonos.
Quizás algún día nos encontremos caminando por separado y nos observemos a lo lejos caminando por las colinitas de algún parque familiar, ahora no tengo muchas ganas de pensar, y eso se nota.